jueves, 13 de diciembre de 2012

No vale la pena ir a la guerra

Origen: Madrid. Destino: Damasco. Precio: 585 euros. Destino: Siria. Hace unas semanas recibí este mensaje en mi móvil, me lo enviaba un buen amigo. Hablamos. Me proponía ir a cubrir la guerra en Siria para diferentes medios y agencias. Había hablado recientemente con una amiga que se estaba ganando la vida cubriendo los conflictos en países árabes. Ambos estamos en el paro.

Llamé a algunos compañeros de profesión que han trabajado como corresponsales y enviados especiales. Todos me lo desaconsejaron. ‘Los medios están cargándose todas las corresponsalías, las agencias lo cubren todo, os va a costar mucho dinero, nadie os va a asegurar, os vais a tener que pagar hasta el chaleco antibalas, es muy peligroso’, fueron las frases más repetidas.

Cuando colgué la última llamada, mi mirada se perdió en el vacío. Por un momento pensé que me estaban comunicando una muerte. Parecía un funeral y si no lo era, lo parecía. Cuando empecé a estudiar periodismo en 1995, ser corresponsal de guerra era el mayor sueño de muchos de los estudiantes. Hoy, sólo es un fantasma.

Tal vez los corresponsales de guerra no desaparezcan, pero es una profesión  herida de muerte. Tal vez sea caro ir a la guerra pero probablemente resulte más caro no ir a ellas. Nuestras democracias se resentirán, otras, como la Siria verán la luz más difícilmente sin los ojos de corresponsales que denuncien los abusos y las injusticias que se cometen a miles de kilómetros de aquí. Aunque no lo creamos, lo que sucede allí, nos afecta más de lo que pensamos. Quizás algún día lo entendamos.
Y no, finalmente, no nos vamos a Siria, lo siento.